viernes, 7 de mayo de 2010

Actividad Nº2

EE.UU es un país que no ha ratificado el Convenio de Basilea y exporta unos 275 millones de toneladas al año, principalmente a países poco desarrollados industrialmente y carentes de una legislación ambiental estricta, como es el caso de Haití. Un país donde atracó un barco llamado Khian Sea que llevaba un cargamento de 14.000 toneladas de cenizas tóxicas, procedentes de las incineradoras de Filadelfia. Después de pasar dos años buscando un lugar donde verter su cargamento, en 1988 el Khian Sea pudo deshacerse de 4.000 toneladas gracias al beneplácito del dictador respaldado por EE.UU. Duvalier, que emitió un permiso para verter lo que consideraba "fertilizante" en la playa de Gonaives. No pudo deshacerse de toda su mercancía debido a la presión ejercida por parte de la población y de grupos ecologistas al percatarse de que no se trataba de fertilizante. El gobierno acabó aceptando esta consideración y reclamó a la embarcación que recogiese el cargamento que había vertido; pero ya era demasiado tarde: el barco había escapado de noche. En noviembre del mismo año vertió el resto de su cargamento en el Océano Índico.

La India, al igual que Haití, es un paraíso para las empresas que se quieren deshacer de sus desechos tóxicos. La empresa norteamericana HoltraChem, por ejemplo, intentó descargar 20 toneladas de mercurio en la India a principios del 2001, pero esta vez sus planes no tuvieron éxito gracias a la intervención de la red de ONGs Basel Action Network y a activistas hindúes, que consiguieron que el barco diera media vuelta hacia Estados Unidos cuando estaba en Egipto.

A parte de ser receptores de residuos tóxicos, la India junto con Pakistán, Bangladesh y China son países utilizados como cementerios de barcos. Las compañías propietarias de las embarcaciones reciben grandes cantidades de dinero a cambio de los barcos viejos sin tener que responsabilizarse de llevar a cabo una correcta gestión o recuperación de los materiales. Esto causa graves problemas de salud a los trabajadores que se ocupan del desmantelamiento, debido a la elevada toxicidad de ciertos componentes de los barcos.

Se calcula que un 12% de la degradación del suelo agrícola de la China es debida al vertido de residuos tóxicos industriales.

Foto de Zehng Shong publicada en el libro Perspectivas del medioambiente mundial. GEO 3 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Ed. Mundiprensa 2002.





Hay centenares de casos como éstos. La isla de Teshima, por ejemplo, ha sido utilizada como vertedero de los residuos tóxicos de Japón durante trece años. Si nos desplazamos hasta China podremos ver que actualmente este país cumple la función de vertedero electrónico mundial. O si nos acercamos a algún país africano como Zambia veremos que, debido a la presión ejercida por las multinacionales de pesticidas, actualmente tiene un legado histórico de 200.000 toneladas de residuos tóxicos, procedentes de países económicamente desarrollados.

Situaciones que se repiten con mucha frecuencia en diferentes países y que se agravan debido a la falta de laboratorios que analicen la composición de los residuos, a la escasez de personal sanitario para tratar a los afectados y a la falta de infraestructura para gestionarlos.

Esta vuelta alrededor del mundo nos ha mostrado cómo las industrias y los gobiernos eluden la responsabilidad de gestionar los residuos tóxicos que han generado o permitido. El seguimiento y la denuncia del problema son llevados a cabo sobre todo por ONGs. De hecho, algunos poderes públicos no parecen ser conscientes de que la exportación de residuos tóxicos constituya ningún problema: Lawrence Summers, ex economista jefe del Banco Mundial, manifestaba en 1991: "Creo que la lógica económica que hay detrás de verter residuos tóxicos en países con niveles salariales bajos es impecable".

Los ciudadanos debemos presionar a los gobiernos para que penalicen severamente a las empresas que se dedican a estas prácticas y para que favorezcan la proliferación de tecnologías limpias. Teniendo siempre en cuenta que el mejor residuo tóxico es el que no se produce.

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